miércoles, 25 de diciembre de 2013

DECIMAS DE LA NOCHE ¿BUENA?

24 de diciembre de 2013

Décimas de noche ¿buena?

SILVERIO PÉREZ
Esta columna está escrita en formato decimal para así aliviar el mal sabor que arropa a mi islita. La décima es exquisita forma de hacer la poesía. Poetas de gran valía han sabido utilizarle; la uso para cantarle a la triste patria mía.

Me pregunto al titularla si Será una noche buena; si hay en la familiar cena, razón para celebrarla. La razón hay que pensarla dentro del positivismo, que no es ese ilusionismo del político mensaje con trazas de coloniaje y tintes de patriotismo.

Ser positivo, planteo, comienza en ser responsable, en mirar como probable, lo que ahora en sueños veo. Ser positivo, yo creo, necesita de la acción, unida a la reflexión que cada cosa conlleva. Así lo siente el que lleva la patria en el corazón.

Será buena nuestra noche si parte de la intención de que haya más comprensión y de unidad, un derroche. Buena intención es el broche después de un debate intenso. Si la hay, viene el consenso producto de ese ceder en aras de poder ver, el país que sueño y pienso.

Ceder, palabra prohibida en medio de la batalla donde el ego es un canalla con síndrome de suicida. Ceder, la única salida ante ese ego inflexible. Ceder, quien lo ve imposible vive un mundo de escasez y se priva de una vez de hacer el país posible.

Ceda el político que sólo piensa en la elección y se presta a la presión del que tan débil le ve. Ceda el que en la línea esté en lucha por sus derechos. Cede aquél que busca atrechos aunque la verdad sostiene, si es que ceder le conviene al país de los sin techos.

La noche buena será si a pesar de los pesares la alegría en los hogares presente esta noche está. La alegría nos la da vivir con la convicción de que cada situación no importa lo que te pase, será un periodo, una fase: todo tiene una razón.

De lo que pase a tu lado, la alegría no depende ni de lo que se pretende un día determinado, de lo que se haya logrado, ni de fama ni dinero, ni del viaje en un crucero, el carro, la casa o prendas. La alegría es que comprendas que estar vivo es lo primero.

Si estás vivo lo demás siempre puede conseguirse sin que eso logre erigirse en guía de a dónde vas. Lo que tienes no serás, eres la paz que respiras, eres ese ser que miras por la noche en el espejo, eres tu propio reflejo y eres la ilusión que inspiras.

Con la mochila liviana hay que andar por el camino al encuentro del destino temprano cada mañana. Con la mente abierta y sana se busca otro derrotero. Yo el mundo caminar quiero pletórico de emoción entonando una canción a paso firme y ligero.

Un eterno peregrino será siempre el ser humano con un bordón en la mano evadiendo el desatino. Lo importante es el camino, en bajada o en subida. La ruta está definida, aunque no quieras mirar por donde debes andar, señales te da la vida.

De ponerse a celebrar, dicho esto, es hora ya, la cena servida está y el pasado hay que olvidar. Un villancico cantar, como es nuestra tradición, hace mejor la ocasión y alegra los corazones, une las generaciones y facilita la unión.

No es necesario beber para la fiesta gozarse, ni tampoco hay que extremarse a la hora de comer. De todo se puede hacer con el balance adecuado. Pasa la llave al del lado si se te fue la medida. Recuerda, siempre en la vida: ni poco ni demasiado.

Y ya para terminar este decimal ensayo, espero cual juez tu fallo y otro día continuar. La manía de versar es una dulce condena. Alivia el alma con pena, y así evitas afligirte y me permite decirte: ¡una feliz Nochebuena!

sábado, 21 de diciembre de 2013

LA BONDAD HUMANA RESISTE

La Bondad Humana Resiste. ¡Milagro!

ZUGASTIp
Damos la bienvenida en ATRIO a Antonio que desde hace tiempo nos seguís. 
Nos ha enviado su PERFIL
Y nos ha prometido que seguirá colaborando
Hay mucha gente que se lleva las manos a la cabeza ante la avalancha de casos de corrupción que aparecen cada día. Pero, ¿de qué se extrañan? a mi me parece que hoy en día la corrupción es lo más natural. Lo admirable es que todavía nos encontremos con mucha buena gente que son fundamentalmente gente honrada y con un agudo sentido de la justicia.
Verdaderamente el que la bondad humana siga resistiendo con la que está cayendo es lo que parece milagroso. Porque no sé si hemos pensado bien en los ataques que desde todos los ángulos está sufriendo la bondad y la honradez en nuestro mundo. Todas las corrientes ideológicas que hoy suenan en el mundo son más o menos negativas para la bondad humana.
Empezaremos con la ideología hoy claramente dominante y la más abiertamente destructora de todo rastro de bondad.
El capitalismo
Es la más extendida y seguramente más radical negación de la bondad humana. Para la ideología de mercado la bondad es un estorbo para el progreso de la humanidad. Uno de sus principios más básicos es que no importa el que los seres humanos nos movamos por los motivos más egoístas, la mano invisible del mercadoconvierte todo eso en el mayor bien para la humanidad. “Vicios privados, virtudes públicas”. ¿Para qué la bondad, si lo que nos hace progresar es la ambición, el egoísmo, la competencia de unos contra otros? El sentido de responsabilidad de los seres humanos queda eliminado de un plumazo, es el mercado el que se responsabiliza con eficacia inigualable, según dicen, del bienestar de la humanidad.
Hacia 1930 Keynes afirmaba con un candoroso optimismo que llegaría un momento de abundancia total y “entonces valoraremos otra vez más los fines que los medios y preferiremos lo bueno a lo útil… Pero cuidado: la hora para todo esto no ha llegado todavía. Por lo menos durante otros 100 años debemos simular ante nosotros mismos y ante cada uno, que lo bello es sucio y que lo sucio es bello, porque lo sucio es útil y lo bello no lo es. La avaricia, la usura y la desconfianza deben ser nuestros dioses por un poco más de tiempo todavía.Porque sólo ellas pueden guiarnos fuera del túnel de la necesidad económica a la claridad del día”. Después ya vendrá tiempo para el “retorno a algunos de los principios más seguros y ciertos de la religión y la virtud tradicional: que la avaricia es un vicio, que la exacción de la usura es un crimen y el amor al dinero es detestable”. Se puede y debe discutir que esos vicios sean necesarios, pero lo que es clamoroso es la ingenuidad de Keynes al pensar que después de unos siglos aclamando la avaricia y el egoísmo va a llegar un día en que un hombre capitalista va a decir que ya tiene bastante y que volvemos a ser buenos. Lo peor de la ambición capitalista es que nunca se sacia. Ahora mismo, cuando la crisis acentúa la miseria en que vive la mayor parte de la humanidad, la creciente y escandalosa desigualdad a lo que impulsa es a aumentar el consumo de los más ricos.
El marxismo
El problema es que tampoco entre los acérrimos adversarios del capitalismo la bondad sale muy bien parada. La verdad es que no soy ningún experto conocedor de Marx, y lo que voy a decir se refiere a la versión vulgarizada del marxismo que llega a la calle. Especialmente pienso en la realización del marxismo que se experimentó en los regímenes del socialismo real.
Yo creo que Marx era una buena persona, pero no él lo sabía. Pensaba que simplemente era un científico que trabajaba en el campo de las ciencias sociales. Digo que era una buena persona porque, para él, el progreso de los seres humanos consistía en avanzar hacia una civilización solidaria y libre en que todas las personas se realizaran en plenitud. Vamos, el paraíso en la tierra para todos. Por aquellos tiempos un colega suyo, un tal Friedrich Nietzsche, alemán como él, filósofo como él, ateo como él, y parece que también bastante inteligente, aseguraba que “Lo esencial de una aristocracia buena y sana es que acepta con buena conciencia el sacrificio de un sinnúmero de seres humanos, los cuales, por su bien, deben ser rebajados y reducidos a seres defectuosos, a cadáveres e instrumentos. Esa “aristocracia sana”, liberada de toda compasión decadente ante los débiles, capaz de pensar en profundidad y defenderse de toda debilidad sentimental sabe que la vida es esencialmente apropiación, herir y avasallar lo extraño, lo débil, opresión y dureza… y por lo menos explotación”. Y claro pensaba que lo mejor era formar parte de esa aristocracia tan buena y sana. Vamos, un capitalista radical con todas las de la ley. Pienso que ninguna ciencia nos va a decir quién tenía razón. Optar por los objetivos de Marx o de Nietzsche, considerar que el progreso consiste en avanzar en una dirección u otra, no es un problema científico. Es una opción ética, y Marx optó por una aspiración a la igualdad y la felicidad para todos. Lo científico vino después.
Lo malo es que el fundamento ético de la opción de Marx quedó sepultado por el afán de elaborar una teoría científica que lo justificara. Y la pretensión científica desplazó a la bondad del protagonismo que debería tener en la construcción de una sociedad plenamente humana. Ya no eran las opciones éticas de los seres humanos las que actuaban como motor del progreso, era la dinámica imparable de la historia que, gracias a la lucha de clases, avanzaba hacia su culminación. Lo único necesario era tomar conciencia de esta dialéctica histórica y sumarse al proceso. Esta toma de conciencia se veía más como un esclarecimiento intelectual que como una opción ética. La bondad no contaba.
En el sistema soviético las consecuencias fueron demoledoras. Lo importante era el avance de la historia, y si para eso había que aplastar a millones, se aplastaban. El fin justifica los medios. La facilidad con que la nomenclatura soviética se ha transformado en la mafia rusa muestra bien a las claras donde habían quedado los principios éticos en el socialismo realmente existente. Y ese socialismo era el modelo para la gran mayoría de las fuerzas que aspiraban a la eliminación del capitalismo.
La bondad quimérica
Desde el polo opuesto al marxismo también el anarquismo combatía la brutalidad del capitalismo. Y lo hacía apoyado en una confianza ciega (y nunca mejor dicho lo de ciega) en la bondad humana. Para ellos la maldad estaba en la sociedad. “Destruyamos esta sociedad y la bondad natural de los seres humanos construirá una sociedad fraterna y libre”
No voy a meterme en las contradicciones de la teoría anarquista. Pero las consecuencias están claras: en nombre de la bondad y la libertad es necesario destruir, y matar si se tercia a todo el que se oponga. Si el ser humano es naturalmente bueno, siempre que actúe libremente actuará bien. No es necesaria una opción ética.La identificación de sociedad solidaria y justa con sociedad libre, puede llegar a la conciencia individual convertida en la idea de que lo bueno es hacer lo que a uno le de la gana. Y está claro que la bondad no es eso. La bondad que exija esfuerzo, generosidad y sacrificio no sale nada bien parada en la práctica anarquista. Lo cual no niega que en el campo anarquista existieran personalidades de una integridad y de una altura moral formidable. Pero no lo consiguieron transmitir a la masa de sus seguidores, ni al imaginario colectivo anarquista.
Las religiones
Considero que en las religiones la bondad humana también sale bastante malparada. Hablo de religiones en plural, el judaísmo, el Islam, el cristianismo… Hablar de lareligión en singular nos metería en un debate sobre qué es el fenómeno religioso. Y lo que tenemos moviéndose por nuestro mundo y mandándonos sus mensajes son las religiones. Tampoco voy a tratar de las intuiciones básicas de los maestros espirituales a partir de los cuales se construyen las religiones. En Japón, en una reunión entre representantes de diversas confesiones religiosas, uno de los participantes señalo una característica que, según él, era común a todas las religiones, la infidelidad al espíritu de sus fundadores.
Conozco muy poco el Islam, pero los bombazos que se atizan chiíes y suníes no parece que estén inspirados en bondadosos sentimientos hacia el prójimo. Y los talibanes, con sus metralletas, sus hermosas barbas, y una piedra en el bolsillo por si de paso pillan a alguna adúltera, tampoco parecen un ejemplo de bondad.
Y viniendo a la religión de nuestros padres, vemos que el cristianismo vive una tremenda contradicción entre el espíritu evangélico de bondad y compasión hacia todo lo humano y la Santa Inquisición que la Santa madre Iglesia ha promocionado por todos los lugares en que ha podido. Además ocurre que el espíritu evangélico es mucho más silencioso que la jerarquía eclesiástica, acostumbrada a que sus voces se impongan en toda la sociedad. Lo que llega a oídos de la gente es la interpretación del cristianismo que realizan los funcionarios de esa religión. Cuanto más clericalizada está una religión, más se ahoga el espíritu de sus fundadores.
Una de las pegas del clero es que fácilmente se dejan invadir por una crecida soberbia. Tienen comunicación directa con lo divino, lo saben todo sobre Dios y el hombre. En nuestra situación concreta saben exactamente en que momento comienza una vida humana y cuando debe acabar. Ponen la norma por encima de la bondad. La inquina que el Bendito 16 mostró repetidamente contra el denostado relativismo, no es más que esa defensa de la norma. De su norma. Es lo que ya pasaba en tiempos de Jesucristo, cuando este, refiriéndose a los fariseos, dice: enseñan doctrinas que sólo son preceptos de hombres. “¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, del anís y del comino y descuidáis lo mas grave de la Ley: la justicia, el buen corazón y la lealtad!” Y no tenemos más que acudir a la emisora de radio de los obispos para ver el ejemplo de bondad humana que todos los días nos proporciona.
Y volvemos al principio. Pues a pesar de todo esto sigue habiendo buena gente. A pesar de todo, en la humanidad se va imponiendo la idea de los derechos humanos, que es la concreción de un espíritu de bondad hacia todos los seres humanos. No digo, ni mucho menos, que hayamos llegado al respeto real de esos derechos, pero por lo menos son aceptados en la conciencia colectiva. Algunos autores aprecian que, en sentido contrario y en extraña mezcla con el cruel egoísmo capitalista, se va extendiendo por nuestras sociedades un sentimiento de compasión hacia las víctimas de todo el mundo.
¿No tendrían que apoyarse más en esta bondad de los seres humanos los intentos de transformar el mundo? El socialismo científico ha quedado prácticamente descartado con el fracaso de los regímenes comunistas, pero hasta ahora no tiene un sucesor claro. Desde luego no lo es la socialburguesía, que actualmente es la versión más extendida de la izquierda, y ha aceptado con el mayor entusiasmo los principios de un sistema que sus mayores pretendieron derrocar. Tampoco parece que el catastrofismo verde, por mucha razón que tengan en lo que dicen, puede ser la raíz de un movimiento de avance de la humanidad. Y al maremagnun de los llamados antisistema precisamente creo que las falta una base clara en la que apoyarse. ¿No podría ser el socialismo ético, apoyado en esa resistente bondad humana el que tomara el relevo del descalificado socialismo científico?

2 comments to La Bondad Humana Resiste. ¡Milagro!


  • George R Porta
    No sé bien a qué pueda llamarse “socialism” ético versus “socialismo científico” sin dejar de hablar de socialismo que en realidad es palabra que se ha vuelto demasiado imprecisa.
    Por otra parte es cierto que hasta ahora las ideologías y los ideólogos a solas, como sostiene el Sr. Zugasti, no parece que puedan cambiar demasiado la injusticia que crece rampante por el mundo.
    Soy optimista pero aun aceptando que haya mucha gente buena, que estoy de acuerdo  que la haya, ¿cómo es que todo ha salido y sigue saliendo mal?

    La cuestión no es que no haya gente buena sino que la gente buena no hace el bien que debiera. No debiera haber necesidad de preguntar a nadie por la solución como si alguien tuviera la solución y aún no hubiese hablado. Cada una de esas personas buenas tiene una pieza del rompecabezas.

    Marx es solamente útil en su método de analizar las cosas. Acabo de publicar un comentario en otro hilo en el que menciono la segunda de sus tesis sobre Feuerbach en la que el pensador germano señala la necesidad de la práctica para validar el pensamiento (“El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento…”).

    Bastaría poner la bondad en práctica, la compasión gratuita, el servicio desinteresado, la solidaridad en ejercicio… Las instituciones y los sistemas ideológicos, todos por igual, según crecen como el cancer, cobran una vida propia y se desentienden de la realidad y de sus promesas originarias.

    Jesús de Nazaret no era una institución aunque sus seguidores cometieron el error de crear una y asociarla a un poder imperial. Pero siguiendo lo que propuso como “proyecto de vida” es posible actuar bien, actuar el bien probablemente con efectividad y economía de medios: Basta amar como se ame uno mismo. Eso fuera lo único necesario.
    “Estuve hambriento, y vosotros me disteis de comer; estuve sediento, y me disteis de beber; llegué como un extraño, y me recibisteis en vuestra casa; 36 no tenía ropa y me la disteis; estuve enfermo, y me visitasteis; en la
                                                                                                                                                                                                              cárcel, y fuisteis a verme” (Mateo 25, 35-36).






  • ELOY
    Ante todo mostrar mi alegría por esta interesante aportación que haces en ATRIO y felicitarte  por ella.
    Un saludo cordial

viernes, 13 de diciembre de 2013

MANDELA Y EL FUTURO AMENAZADO DE LA HUMANIDAD

El significado de Mandela para el futuro amenazado de la humanidad

BoffNelson Mandela, con su muerte, se ha sumergido en el inconsciente colectivo de la humanidad para ya nunca irse de ahí, porque se ha transformado en un arquetipo universal, de una persona injustamente condenada que no guardó rencor, que supo perdonar, reconciliar polos antagónicos y transmitirnos una inquebrantable esperanza en que el ser humano todavía tiene solución. Después de pasar 27 años en reclusión y ser elegido presidente de Sudáfrica en 1994, se propuso y realizó el gran desafío de transformar una sociedad estructurada en la suprema injusticia del apartheid, que deshumanizaba a las grandes mayorías negras del país condenándolas a ser no-personas, en una sociedad única, unida sin discriminaciones, democrática y libre.
Y lo consiguió al escoger el camino de la virtud, del perdón y de la reconciliación. Perdonar no es olvidar. Las llagas están ahí, muchas de ellas todavía abiertas. Perdonar es no permitir que la amargura y el espíritu de venganza tengan la última palabra y determinen el rumbo de la vida. Perdonar es liberar a las personas de las amarras del pasado, pasar página y empezar a escribir otra a cuatro manos, de negros y de blancos. La reconciliación sólo es posible y real cuando hay plena admisión de los crímenes por parte de sus autores y pleno conocimiento de los actos por parte de las víctimas. La pena de los criminales es la condenación moral ante toda la sociedad.
Una solución de esas, seguramente originalísima, supone un concepto ajeno a nuestra cultura individualista: el Ubuntu que quiere decir: “yo sólo puedo ser yo a través de ti y contigo”. Por tanto, sin un lazo permanente que ligue a todos con todos, la sociedad estará, como la nuestra, en peligro de desgarrarse y de conflictos sin fin.
En los manuales escolares de todo el mundo deberá figurar esta afirmación humanísima de Mandela: “Yo luché contra la dominación de los blancos y luché contra la dominación de los negros. Cultivé el ideal de una sociedad  democrática y libre, en la cual todas las personas puedan vivir juntas en armonía y tengan oportunidades iguales. Este es mi ideal y deseo vivir para alcanzarlo. Pero, si fuera necesario, estoy dispuesto a morir por este ideal”.
¿Por qué la vida y la saga de Mandela fundan una esperanza en el futuro de la humanidad y en nuestra civilización? Porque hemos llegado al núcleo central de una conjunción de crisis que puede amenazar nuestro futuro como especie humana. Estamos en plena sexta gran extinción en masa. Cosmólogos (Brian Swimme) y biólogos (Edward Wilson) nos advierten que, si las cosas siguen como están, hacia 2030 culminará este proceso devastador. Esto quiere decir que la creencia persistente en el mundo entero, también en Brasil, de que el crecimiento económico material nos debería traer desarrollo social, cultural y espiritual es una ilusión. Estamos viviendo tiempos de barbarie y sin esperanza.
Cito a una persona libre de toda sospecha, Samuel P. Huntington, antiguo asesor del Pentágono y un analista perspicaz del proceso de globalización, que al final de su libro El choque de civilizaciones dice: “La ley y el orden son el primer pre-requisito de la civilización; en gran parte del mundo parecen estarse evaporando; a escala mundial, la civilización parece, en muchos aspectos, estar cediendo ante la barbarie, generando la imagen de un fenómeno sin precedentes, una Edad de las Tinieblas mundial que se abate sobre la humanidad”(1997:409-410).
Añado la opinión del conocido filósofo y científico político Norberto Bobbio que como Mandela creía en los derechos humanos y en la democracia, como valores para equilibrar el problema de la violencia entre los Estados y para una convivencia pacífica. En su última entrevista declaró: “no sabría decir cómo será el Tercer Milenio. Mis certezas caen y solamente un enorme punto de interrogación agita mi cabeza: ¿será el milenio de la guerra de exterminio o el de la concordia entre los seres humanos? No tengo posibilidad de responder a esta pregunta”.
Ante estos escenarios sombríos Mandela respondería seguramente, fundándose en su experiencia política: sí, es posible que el ser humano se reconcilie consigo mismo, que sobreponga su dimensión de sapiens a la de demens e inaugure una nueva forma de estar juntos en la misma Casa.
Tal vez valgan las palabras de su gran amigo, el arzobispo Desmond Tutu, que coordinó el proceso de Verdad y Reconciliación: “Habiendo encarado a la bestia del pasado frente a frente, habiendo pedido y recibido perdón, pasemos ahora la página. No para olvidar ese pasado sino para no dejar que nos aprisione para siempre.  Avancemos en dirección a un futuro glorioso de una nueva sociedad en la que las personas valgan no en razón de irrelevancias biológicas u otros extraños atributos, sino porque son personas de valor infinito, creadas a imagen de Dios”.
Mandela nos deja esta lección de esperanza: nosotros podremos vivir si, sin discriminaciones, hacemos realidad el Ubuntu.
Leonardo Boff escribir Proteger la Tierra, cuidar la vida: cómo escapar del fin del mundo, Nueva Utopía, Madrid, 2011.
Traducción de MJ Gavito

4 comments to El significado de Mandela para el futuro amenazado de la humanidad

  • Jesus Calvo
    Francisco: puede que seas la ultima esperanza en reavivar al FE, en  esta humanidad tan indiferente, en el hacer de nuestra historia presente.
  • h.cadarso
      Encuentro que el tratamiento de Leonardo Boff es un tanto “romántico”. De la misma manera el contenido del primer hilo sobre Mandela, dedicado a destacar la amistad y colaboración entre Fidel Castro y Mandela, por otro lado muy oportuno, no acaba de situar a Nelson Mandela en el panorama mundial y en el papel que ha jugado en la escena internacional.
      Mandela, además del líder de la superación del apartheid y de la nueva Sudafrica que nació con él, y junto con Julins Nyerere y otros líderes africanos,  es uno de los animadores del movimiento de la OUA, Organización de la Unidad Africana; de eso no hemos hecho demasiado comentarios.
      Mandela, además de su aportación a la Unidad Africana, tuvo un gran relieve en la creación del Movimiento de Países no alineados a partir de la Conferencia de Bandung de 1955.
      En esa perspectiva amplia y universalista creo que hay que situar su amistad con Fidel Castro, habida cuenta de que Fidel y Cuba aportaron a la lucha de Africa y de todas las colonias del mundo por su liberación su fuerza militar. Que por cierto, parece como si alguien en Atrio creyese que esa colaboración Fidel-Mandela le quitase brillo al líder africano. ¿Por qué? ¿Cuándo de una vez se va a reconocer el papel que ha jugado Fidel en la lucha de los países por su independencia y su libertad? Mandela reconoció el trabajo de Fidel de la misma manera que reconoció el de todos los líderes de los movimientos de liberación del Tercer Mundo.
      Justamente ese Movimiento, que ha intentado poner freno al pillaje y exterminio de la humanidad por parte de lo que ahora llamamos Mercados, o Señores de las finanzas internacionales, por parte del FMI y del Banco Mundial, está a punto de desaparecer bajo la presión de los señores del dinero a escala mundial. Nos quedaba Nelson Mandela, como uno de sus iconos. El penúltimo. Quizá el día que desaparezca Fidel Castro habrá desaparecido el último.
      Y habrá que empezar a luchar de nuevo, a reconstruir un mundo libre de la dictadura de los emporios financieros.
      Que Nelson Mandela, Julius Nyerere, Tito, Sukarno y todos los héroes de este movimiento intercedan por nosotros. Porque las vamos a pasar muy crudas, si no enmendamos la ruta que llevamos…
  • Antonio Vicedo
    Ojo. Leonardo, con las medias verdades, que bien sabemos encubren grandes falsedades: -” se propuso y realizó el gran desafío de transformaruna sociedad estructurada en la suprema injusticia del apartheid, que deshumanizaba a las grandes mayorías negras del país condenándolas a ser no-personas, en una sociedad única, unida sin discriminaciones, democrática y libre.”

    El verdadera y real apartheid, el que a un*s les impide y desde el que  a otr*s en inmensa mayoria les impiden ser personas, no se limita, ni fundamentalmente se basa en el color de la piel, en la raza, incluso género, sino en la clasificación desigual de las Personas o Seres Humanos.

    El intento del hermano Nelson porque todos fuéramos considerados y tratados como personas, muy de valorar, admirar y , si podemos imitar.

    Pero lo conseguido con quitar ese obstáculo de desigualdad, como sucedió antes en otras partes, de poco ha supuesto para que el principio de igualdad personal se imponga y sea  realidad, incluso entre los mismos que soportaron los criminales procedimientos desde otros colores de piel.

    Que bueno sería que ese luto, en el que los poderosos del mundo van ha ofrecernos como suyo en recuerdo de Mandela, lo consideraran como común, claro y urgente reto para asentar la Humanidad en una estructuración sin ninguna clase de “APARTHEIDS.”

  • Y con Nelson Mandela tenemos otro ejemplo vivo como el “Reino de Dios” –- el proyecto de vida de Jesús de Nazaret = “el Otro Mundo Posible” – que debe ser el quehacer de la Fe de los seguidores de Jesús — se va realizando afuera de los parámetros estrictamente “religiosos”. Me da que Mandela había leído el “Evangelii Gaudium” del Papa Francisco años antes de su publicación.
    Justiniano de Managua

viernes, 6 de diciembre de 2013

HABEMUS PAPAM

Habemus Papam

Bautizado Jorge Bergoglio, el argentino electo Sumo Pontífice de La Iglesia Católica se hizo llamar Francisco honrando la memoria del más santo de los santos del cristianismo.
Ese fue el primer indicio de inteligencia y pura humanidad del nuevo Papa.
Bastaría con estudiar la vida y haceres de San Francsco de Asís para entender perfectamente mi parecer.
Está por verse lo que pueda  hacer Bergoglio para  humanizar esa mole de misterios, mandamientos, dogmas y  liturgia que compone la iglesia de San Pedro y que defendiera San Agustín como ningún otro 'doctor' eclesiástico en su larga historia. Sin embargo, el argentino ha dicho y hecho más en seis meses de lo que dijo e hizo el renunciante Benedicto XVI.
¿QUO VADIS BERGOGLIO?
Fuí monaguillo en el Colegio San José a los doce años. Era cuando la misa  se rezaba en latín y aunque no se entendía, era más popular. Los hermanos maristas me amenazaban con los diez mandamientos que a mi tierna edad eran fáciles de cumplimentar. Todos mis pecados eran veniales , o sea, inconsecuentes , porque uno solo que fuera mortal me 'desgraciaba' y me condenaba a las pailas del infierno.
Con el cuento de Adán y Eva muy en mente era más temor a Dios que amor lo que le tenía. El castigo que le impuso a sus 'creaciones' por lo que podía considerarse un pecado venial fue injustamente exagerado. Luego aprendí que ese cuento era eso mismo, puro cuento a llamarse alegoría. Al madurar intelectualmente me pareció un mal  ejemplo de  lo que es la justicia divina.
El Papa Francisco ha emprendido la  monumental tarea de reformar la Iglesia Católica que tan genialmente critica Dostoyevsky en su poema del Gran Inquisidor encerrado en la páginas de sus Hermanos Karamazov. Y digo esto por que el mismo Bergoglio dejó saber su admiración por los escritos del gran novelista ruso. Esta, su iglesia, es la misma q ue solo el genio de San Agustín pudo proyectar y mantener  como única y máxima expresión del cristianismo; universal e infalible.
Si algún Papa no cree en la infalibilidad de su mandato como lo impusiera Pío IX en el Concilio del Vaticano del 1869 ese es Francisco I. Digo yo, me parece, a tenor con sus iniciativa primarias.  A la soberbia y al trastorno del Papa Pío Nono , Bergoglio presenta  su humildad y sabiduría, una combinación perfecta de virtudes que ya tienen al Mundo mirando hacia el Vaticano con asombro y esperanza.
Y no pudo haber llegado en el mejor de los momentos para coincidir con el peor de los tiempos para la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Para empezar, es elegido para sustituir a Benedicto XVI que, en vez de morirse en la silla de San Pedro “ como Dios manda”, renunció a ella en una movida sin precedentes que puso al papado en el mismo nivel de reinados `y de instituciones seculares.
Enemigos ya tiene Francisco; y tendrá. Su denuncia abierta del Capitalismo, insinuando su naturaleza fundamentalmente anti cristiana, le garantiza una oposición de los poderosos del planeta. Poderoso caballero Don Dinero. Y como prueba al canto, Bergoglio  va camino a ser considerado como el Papa peor vestido  de la historia. El tipo, todo sustancia, le ha declarado la guerra a la apariencia, al protocolo y muy especialmente a la ostentación.
Condenó el consumismo  pero  fue más lejos aún cuando calificara de perversa la ECONOMÍA DE MERCADO. Anda pa'l sirete.
¿Qué pensarán los muchachos de Wall Street?
 Huele a comunismo cristiano.
Pero es que algo tiene que detener la vorágine de la desigualdad económica que condena a millones de seres humanos a la pobreza extrema mientras los menos, muchos menos, navegan en los yates de la opulencia .
Como dirían en nuestros campos: “Este cura se las trae”.
Haber vivido lo suficiente para recordar aquella expresión genial de un político puertorriqueño en la década del 1940:
¡O COMEN TODOS O NO COME NADIE!

miércoles, 4 de diciembre de 2013

LA IGLESIA EN LAS PERIFERIAS


Enviado a la página web de Redes Cristianas
La dimisión de Benedicto XVI marcó el final del paradigma neoconservador en la Iglesia católica que se desarrolló durante más de tres décadas conforme al calculado programa de restauración diseñado por el cardenal Ratzinger. Juan Pablo II y Benedicto XVI vaciaron el espíritu reformador del concilio Vaticano II, en el que ambos habían participado activamente, y lo interpretaron con categorías preconciliares.
Reforzaron la estructura jerárquica y patriarcal hasta imponer un gobierno personalista. Acentuaron el carácter dogmático de la doctrina católica, impusieron el pensamiento único y laminaron el pluralismo del Vaticano II. Condenaron la modernidad, a la que Benedicto XVI calificó de “dictadura del relativismo”. Hicieron alianza con los nuevos movimientos eclesiales, marginaron –e incluso entraron en conflicto con- a la mayoría de las congregaciones religiosas, cuya influencia pretendieron minusvalorar, y anatematizaron a los movimientos cristianos de base y a las teologías en que se apoyaban
Sustituyeron el clima de diálogo de los años del Concilio y de los primeros años del posconcilio por el del monólogo y por la actitud “inter” por la de “anti”. Mutaron el programa de Reforma conciliar por el de la Contrarreforma preconciliar y tornaron la cálida primavera de Juan XXIII en frío invierno. Frenaron la investigación teológica y pusieron límites muy estrechos a la libertad de expresión. Numerosos teólogos y teólogas, algunos de ellos asesores del Vaticano II, fueron apartados de la docencia, reducidos a silencio y sufrieron la censura de sus libros como en los mejores tiempos de la Inquisición. Los obispos que en sus diócesis pusieron en prácticas las reformas conciliares y optaron por el pueblo fueron sustituidos por prelados fieles a la ortodoxia romana y alejados del pueblo
No obstante, y con el viento en contra, se desarrollaron corrientes de reforma, colectivos críticos y movimientos alternativos, como las comunidades eclesiales de base, cristianos por el socialismo, movimientos apostólicos, se produjeron nuevas tendencias teológicas como la política, la de la liberación, la feminista, la del diálogo interreligioso, que el Vaticano y las jerarquías locales no consiguieron silenciar. Más aún, dentro del paradigma de la restauración tuvieron lugar importantes avances en la Doctrina Social de la Iglesia, sobre todo durante el pontificado de Juan Pablo II en encíclicas como Laborem exsercens, que anteponía el trabajo al capital, y Sollicitudo rei socialis, que calificó las estructuras económicas del capitalismo de “estructuras de pecado”.
El final del paradigma neoconservador se produjo por agotamiento y por el mal ejemplo de no pocos dirigentes eclesiásticos, y se precipitó por los escándalos en la cúpula de la Iglesia católica, las deslealtades y la corrupción en el Vaticano, y, más grave todavía, por la pederastia, cáncer extendido por todo el cuerpo eclesial, que se tradujo en violencia sexual contra más de cien mil niños, adolescentes y jóvenes, practicada, muchas veces impunemente, durante décadas por cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos.
La elección de Francisco marcó el comienzo de un nuevo paradigma que se mueve entre la continuidad y el cambio. El papa argentino generó desde el principio grandes esperanzas en amplios sectores dentro y fuera de la Iglesia. Esperanzas fundadas inicialmente en su lenguaje llano, la renuncia al boato y la predicación con el ejemplo, las sanciones contra jerarcas incursos en comportamientos alejados del evangelio, etc.
Tres son, a mi juicio, las características que definen el comienzo del nuevo paradigma: el cambio de prioridades, la reforma de la Iglesia y la opción por los empobrecidos y marginados, las tres complementarias y en estrecha relación. 1. Francisco dejó claro desde el principio que sus prioridades no iban a ser el aborto, el matrimonio homosexuales y el divorcio, cuya condena llegó a convertirse en obsesión de los pontificados anteriores y muy especialmente del episcopado español. Aun manteniéndose dentro de la doctrina tradicional en estos temas, su tratamiento me parece más comedido, su actitud más respetuosa y su tono más comprensivo, aunque creo necesario un cambio profundo de planteamiento al respecto.
2. La palabra reforma es una de las más frecuentes en el discurso de Francisco y constituye el punto fundamental de su programa de gobierno como se pone de manifiesto en sus gestos y manifestaciones públicas y, recientemente, en la Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio.
Esta reforma empieza por una crítica severa de la Curia, cuyo principal defecto consiste, a juicio del papa, en ser “vaticano-céntrica”, y de los obispos y sacerdotes que actúan como simples funcionarios y viven como príncipes. Implica, según la Exhortación, la “conversión del papado”, la descentralización, la transformación de las estructuras eclesiales, el reconocimiento de la responsabilidad de los laicos, una presencia más inclusiva de la mujer en los lugares donde se toman las decisiones, un mayor protagonismo de los jóvenes, etc. En definitiva una iglesia inclusiva de aquellas personas y colectivos hasta ahora excluidos.
3. La reforma que pretende llevar a cabo Francisco se traduce en la construcción de una Iglesia pobre y de los pobres, en sintonía con el cristianismo liberador, donde han de tener su lugar preferente la gente sin hogar, los drogodependientes, los refugiados, las comunidades indígenas, los migrantes, las personas ancianas y las mujeres objeto de maltrato, violencia y exclusión. Una Iglesia, en fin, que acoge a quienes la globalización neoliberal margina y que es solidaria con las víctimas del sistema capitalista, que, en opinión del papa, es “injusto en su raíz”, impone una nueva tiranía y diviniza el mercado.
¿Tendrá éxito el nuevo paradigma de Iglesia que ahora está dando sus primeros pasos? Sí, a condición de: a) introducir en él la democracia paritaria; b) eliminar el clericalismo; c) incorporar a las mujeres en todos los ministerios eclesiales, sin distinguir entre ministerios ordenados y ministerios laicales; ejercer un liderazgo compartido y no unipersonal (el liderazgo unipersonal suele terminar en autoritarismo), cambiar de amistades y compañías (Francisco sigue teniendo en la Curia personas que van a dificultar, más que facilitar, el desarrollo de su programa de reforma), luchar contra la corrupción, tan extendida tanto en la Iglesia como en la sociedad, tantos en los poderes públicos en la cúpula del catolicismo, tato entre los gobernantes políticos como en los religiosos; y, como Francisco afirma reiteradamente, ubicarse en las periferias, pero no para ejercer el asistencialismo, la beneficencia y la “caridad” mal entendida, sino para trabajar por otro mundo posible sin periferias.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid. Sus últimos libros son: Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 2012) y Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013).

domingo, 1 de diciembre de 2013

QUE SIGNIFICA AFIRMAR QUE DIOS HABLA

¿Qué significa afirmar que Dios habla?

Andrés TORRE QUEIRUGA


La concepción "vulgar" de la revelación
Cada domingo millones de cristianos en todo el mundo escuchan la lectura de unos textos. Al final, el lector o lectora dice: "Palabra de Dios". Son textos sagrados que se remontan a unos dos o tres mil años. Dios, allá lejos en el tiempo, ha hablado. La teología enseña que ese hablar de Dios "ha quedado completo con los Apóstoles" y ha dado como resultado lo que conocemos como Biblia.
Cuando la Biblia se estudia más de cerca, se aprende que Dios ha hablado en ocasiones concretas, de modos extraordinarios, a quienes ha elegido y diciendo lo que ha querido. Dios es libre de revelar cuando, cuanto y como quiere.
Además, hasta ayer se daba por supuesto que eso sucedía sólo en Israel. Los demás vivían en un estado de "religión natural", producto de su razón, búsqueda a tientas del Dios que había hablado en otro tiempo y en otra parte, con la esperanza de que un día su revelación les llegaría también a ellos.
No vamos a decir que todo eso sea falso, o que no haya verdad en lo que quiere decir. Pero es evidente que dicho así, de manera esquemática pero no deformada, a nosotros hoy se nos antoja chocante e inaceptable.

Urgencia de un cambio desde la idea de Dios
Inaceptable por Dios mismo. Si hemos purificado su imagen, resulta incomprensible ese Dios extrañamente particularista, por no decir arbitrario. Crear a todos los hombres pero revelar su amor a sólo una pequeñísima minoría se parece demasiado a un hombre que tuviese muchos hijos pero sólo cuidase de uno y mandase los otros a la inclusa. ¿Por qué a unos sí y a otros no? Por otra parte, ¿por qué no decirlo todo de una vez o cuanto antes?, ¿cómo es posible que, más o menos hasta el siglo III a.C., mantuviese a su pueblo en la ignorancia sobre la vida eterna, provocando crisis tan terribles como la relatada en el libro de Job? Más grave aún, ¿cómo pudo decir en algunas ocasiones que había que pasar a cuchillo a ciudades enteras -el herem o anatema- o que iba a mandar una peste sobre el pueblo (2S 24), porque el rey había pecado (¡instigado por Él! [véase 2S 24,1]) o que castiga la culpa de los padres en los hijos hasta la cuarta generación (Ex 34,7; Nm 14,18)?.
Resulta doloroso y casi irritante escuchar estas cosas. Pero cualquier diccionario bíblico permite aumentar la lista. Quizás sea bueno dejar fluir la irritación orientándola en la dirección justa, como llamada a la reflexión honesta y radical sobre un problema que hay que afrontar con urgencia.
Es obvio que si se mantiene la concepción "tradicional", no puede negarse la verdad de esas consecuencias. Vista así la Biblia, los cardenales romanos no podían, en conciencia, dejar que Galileo afirmase que la tierra se movía, cuando resulta claro que el libro de Josué dice literalmente que el sol "se detuvo" (Jos 10,13) y, por consiguiente, era el que giraba. El único camino practicable es revisar nuestra concepción de la revelación y preguntarnos qué queremos decir cuando proclamamos que un texto determinado es "palabra de Dios".

Necesidad de coherencia radical
No es sólo la idea de Dios la que exige el cambio, sino que la vivencia de la fe lo está pidiendo y presuponiendo a cada instante. Porque la experiencia religiosa implica que Dios se nos comunica aquí y ahora a todos y a cada uno, de modos siempre nuevos.
Siempre que oramos damos por supuesto que "hablamos" con Dios y que Él nos responde. Y por eso tratamos dé determinar los movimientos de su gracia en nuestro ser. Todos deseamos saber qué nos dice Dios, qué caminos desea para nuestra realización, qué quiere que hagamos para ayudar a los demás.
No estamos acostumbrados a llamar a esto "revelación". Pero lo es. No verlo así es fruto de una visión deformada que hace de la "palabra de Dios" algo lejano, acontecido in illo tempore. Entonces se da un dualismo en la vida humana: por un lado eso que llaman "la palabra de Dios", y por otro la vida de oración, la experiencia de la gracia. Todo ello reforzado por la mentalidad deísta: división entre lo natural y lo sobrenatural.
El resultado es una "mala conciencia", que dice unas cosas mientras implica otras, que vive dividida entre la teoría y la práctica: la revelación ha terminado (teoría), pero Dios está presente en nuestra vida (práctica); Dios habló sólo a unos pocos (teoría), pero cuida de todos (práctica); Dios habla sólo en la Escritura (teoría), pero se nos comunica en la oración (práctica), etc.
Se trata de un conflicto muy grave, que afecta mucho a nuestras vidas y que forma parte de ese síndrome que en tantos ha hecho incompatible fe y cultura moderna. Hegel fijó ahí la culminación de la "conciencia desgraciada", dividida entre la fe en Dios y la afirmación de lo humano. E indicó las falsas salidas: fideísmo ("ilustración insatisfecha"), que no quiere pensar la fe en la nueva situación, y racionalismo ilustrado, que abandona la fe quedándose con el pensamiento.

Un nuevo paradigma
Lo nuevo desconcierta. La secularización y el ateísmo son los signos mayores de una crisis que lo ha afectado todo. Pero de ordinario lo nuevo trae también su pan debajo del brazo. Los cambios profundos responden a una necesidad del tiempo, y eso significa que debajo de ellos hay fuerzas que trabajan la historia, tratando de reorganizarla de una manera nueva, más acorde con el estado actual de la humanidad. Cuando esa organización afecta al conjunto, constituye un "cambio de paradigma".
No se trata de reajustes puntuales, sino que es la totalidad la que se mueve y estructura, buscando una nueva comprensión global. Ese cambio no anula lo anterior, sino que exige comprenderlo y vivirlo de otra manera. En el caso de experiencias profundas que afectan a las raíces permanentes de lo humano, exigen retraducirse a las nuevas circunstancias. Eso es obvio tratándose de la fe.
Existe la tentación de la inercia: o negarse al cambio o defenderse de él con meras acomodaciones. Como demostró Th. S. Kuhn en lo científico, esto sucede incluso donde, por su "positividad aséptica", cabría no esperarlo. En lo religioso resulta prácticamente inevitable. Los tradicionalismos, fideísmos y fundamentalismos son la reacción extrema y, por lo mismo, más visible y fácil de superan. Más sutil es la simple acomodación que, lampedusianamente, cambia algo para que todo permanezca.
No por malicia o estrategia, sino por instinto defensivo y por el mismo peso de la dificultad, creo que éste es hoy el gran peligro del cristianismo. Comprendida la necesidad de una renovación, se hace a medias. Se acepta la crítica bíblica, pero se hacen lecturas fundamentalistas (es el caso del Nuevo Catecismo). Se acepta la necesidad de reformar la Iglesia, pero se refuerza su juridicismo centralista (es el caso del Nuevo Código). Se acepta la existencia de un cambio radical en la concepción de la revelación, pero se siguen manteniendo los antiguos esquemas.
Conviene mirar este peligro de frente. Al caracterizarse por una historicidad radical, la fe bíblica está especialmente preparada para ello. Es ella la que ha introducido la idea de historia en la cultura, rompiendo la concepción circular del eterno retorno, como lo sabía muy bien Nietzsche. Ejemplos como el de la teología de la liberación muestran que, cuando algo así se lleva a cabo consecuentemente, se generan problemas, pero se logra lo decisivo: la presencia de una fe viva y operante en el mundo.
La revelación como categoría fundamental, en cuanto implicada en todas las demás, acaba influyendo en todas, colaborando así a la retraducción global.

Dios habla siempre y a todos
Para intentar situarse en el nuevo paradigma, lo más eficaz es partir de lo más elemental, de lo más simple y seguro que hemos sabido de Dios, gracias al proceso real de la revelación. "Dios es amor", por amor nos ha creado y por amor vive como un "Padre" volcado sobre nuestra historia para salvarnos a todos con un amor universal, incondicional e irrestricto.
Al poner en crisis la concepción tradicional, la nueva situación cultural aporta que es posible tomar en serio esa verdad fundamental. Si Dios crea a todos por amor, resulta obvio que quiere darse a todos siempre y totalmente. Es lo que nos enseña la experiencia humana: ningún padre o madre normales escatiman el amor por sus hijos primando a unos y discriminando a los demás, ni aman a unos desde el principio esperando largo tiempo para mostrar su cariño a los otros.
Si viésemos algo así en la vida real, una de dos: o se trata de padres desnaturalizados o algo les impide mostrar y ejercer su amor. En el caso de Dios, la primera hipótesis queda descartada. Sobre la segunda, algo hace imposible que Dios pueda revelarse plenamente a todos y siempre. Lo que a muchos les impide aceptarlo es que les parece que, de ese modo, negarían la grandeza y omnipotencia divinas. Pero puede suceder -y es lo que sucede- que una revelación universal y ubicua desde el comienzo de la humanidad resulte imposible por parte del hombre. A priori sería extraño lo contrario: Dios es muy grande, es trascendencia absoluta, nosotros somos muy pequeños y mundanidad relativa. Si aun la comunicación entre iguales es muy difícil y expuesta a equívocos, ¿cómo no va a serlo entre Dios y los hombres? Lo asombroso no es que la revelación sea tan difícil, sino que sea posible.
A nadie se le ocurre pensar que Dios deje de ser omnipotente porque "no pueda" hacer un círculo cuadrado: es que un círculo cuadrado es imposible y, por tanto, la suposición carece de sentido.
Por muy inteligente que sea una madre y por mucho que quiera a su hijo de un año, ¿podrá enseñarle el teorema de Pitágoras? Y, si "no puede", ¿implica esto que ella no sabe o que es tonta? Así, ¿tiene sentido decir que Dios no es omnipotente porque "no puede" revelársela a un embrión de seis meses ni a un niño de once semanas?, ¿,tiene sentido preguntar por qué Dios no revela los más altos misterios de su trascendencia a una horda primitiva del paleolítico inferior, acosada por el hambre, los animales y la intemperie? Es imposible que estos hombres puedan entender -o simplemente interesarse- por determinadas verdades.
No estamos ante un Dios tacaño o caprichoso, que, porque quiere, restringe su revelación a un solo pueblo y, encima, empieza tarde (por la paleontología sabemos que tardísimo: no seis mil años, sino más de un millón) y lo hace a cuentagotas y diciendo oscuro lo que podría decir claro. Sucede todo lo contrario: Dios, con todo su amor por toda la humanidad, lucha con nuestra ignorancia y pequeñez, con nuestros malentendidos, para ir abriéndonos su corazón, para manifestarnos la profundidad de nuestro ser y la esperanza de nuestro destino.
Desde esta nueva perspectiva, la Biblia cobra una luz nueva. Es la lucha amorosa de Dios por hacer comprender su designio salvador, de acuerdo con las distintas circunstancias y valiéndose de todos los medios. Aunque a veces se diga en la letra de la Biblia, nunca es Él el que se niega, sino los hombres, que aún no saben o no pueden o no quieren oír y dejarse guiar.
También se aprende a ver que, "mientras tanto", Dios no había abandonado a los demás pueblos, sino que desde el comienzo de la humanidad está con todos manifestándoseles en cuanto es posible, es decir, en cuanto las circunstancias y las posibilidades culturales lo permiten. Las religiones representan el resultado de esa presencia. Por eso, según la fenomenología de la religión, todas se consideran reveladas. Y lo son, como por fin ha reconocido el Vaticano II.
En este preciso sentido, hemos de decir que todas las religiones son verdaderas, aunque de manera provisional y limitada, a través a menudo de deformaciones o perversiones. Pero esto sucede en todas, también en la bíblica, que ni siquiera después de su culminación en Cristo se libra de abusos, deformaciones e inquisiciones. Que unas avancen más que otras no depende de un "favoritismo" divino, sino de la necesidad de la historia finita.
Dios, padre con sus hijos, piensa en todos y se entrega totalmente a todos. La desigualdad viene de la acogida humana. Su amor busca la igualdad y cualquier avance es, en definitiva, una ventaja para los demás. Por esencia, toda revelación, en el mismo momento de ser captada por alguien, pertenece por derecho a la humanidad.
Por esto, cuando culmina en Cristo, la revelación se hace universal. De ahí la enorme importancia del diálogo entre las religiones.
Resumiendo: Dios, como amor infinito y siempre activo, se entrega y trata de manifestarse a todos desde el comienzo y en la máxima medida posible; las restricciones vienen sólo de la limitación humana, que o no puede o se resiste a su revelación.
Por eso hay que recelar de expresiones como el "silencio de Dios". Eso puede parecemos a nosotros en algún momento, pero objetivamente hieren el amor de un Dios que sólo desea manifestársenos. Dios no nos abandona, aunque las circunstancias parezcan decir lo contrario.
Soy consciente de que mi propuesta puede sonar a optimismo leibniziano y puede parecer como si dictase a Dios su conducta. Hay optimismo, cierto; pero sólo respecto a Dios. No hay soberbia, sino profunda humildad. No le dictamos a Dios su conducta, sino que reconocemos su amor y nos esforzamos por creer en Él. De quien no nos fiamos es de nosotros. Basta abrir los ojos para ver que el hombre puede fallar y falla, sometido como está al lento progreso de la historia, en lucha con la ignorancia y el instinto. Un pesimismo exacerbado también sería falso, porque la limitación se ve siempre en relación con el amor de Dios. Esa relación es la esencia misma de la revelación y de su historia.

Qué significa "palabra de Dios"
Negativamente, algo muy decisivo se ha roto. Y es justamente lo que provocó la crisis y la renovación. Según la crítica bíblica, ya no es posible seguir considerando la revelación como un "dictado". Dios no pudo dictar órdenes como la de exterminar ciudades enteras ni copiar el relato del diluvio del poema de Gilgamesh ni equivocarse afirmando que el sol gira en tomo a la tierra.
Estas afirmaciones pueden resultar provocativas: nos obligan a afrontar el problema. Pero la dificultad radica en la determinación positiva: ¿qué es, entonces, la revelación?, ¿qué significa afirmar que la Biblia es palabra de Dios? En realidad, la creación misma es ya la primera y fundamental revelación de Dios, su manifestarse hacia fuera. "Silabeas el alba igual que una palabra; Tú pronuncias el mar como sentencia" dice un himno de Laudes. La maravilla de la creación consiste en que tiene tal capacidad expresiva: "los cielos cantan la gloria de Dios", y el espíritu humano puede "escuchar" su voz.
El secreto, casi el milagro de la experiencia religiosa es que, en el modo de ser del mundo -en su contingencia, en su belleza, en sus enigmas- descubre ella que el mundo no es la razón última de sí mismo, sino que remite a un fundamento creador. El hombre lo ha hecho siempre, como lo demuestra la presencia universal de la religión.
Hagamos dos observaciones. La primera, que en la revelación no se trata de alguien que intenta ocultarse, sino que la experiencia religiosa es consciente de que, si descubre, es porque alguien estaba ya tratando de manifestársele y de que ella "cae en la cuenta". Sabe que es Dios quien toma la iniciativa, y, por eso, toda religión se considera a sí misma como revelada.
La segunda observación es que la manifestación se acomoda a la realidad: la realidad es la manifestación. En el mundo natural Dios se manifiesta en las leyes físicas: la persona religiosa comprende que el mundo funciona así porque Dios así lo ha creado y lo sostiene. En el mundo humano se manifiesta en los dinamismos de la libertad, en las llamadas al bien y a la justicia. Nosotros mismos somos una palabra de Dios, pronunciada en su impulsarnos a realizarnos, siempre respetando nuestra libertad.

La Biblia como palabra de Dios
Solemos limitarnos a pensar en la revelación sólo cuando se trata de la Biblia, relegándola al pasado, como algo lejano y ajeno, sin damos cuenta de su conexión con nuestra vida. Pero, en realidad, la Biblia nació precisamente del descubrimiento de Dios en la vida de un pueblo y de la sucesiva comprensión de su modo de relacionarse con los seres humanos y de las actitudes que en ellos suscita. Sólo de eso habla la Biblia. Todo lo demás es vehículo expresivo.
¿En qué sentido cabe hablar de la Biblia como "palabra de Dios"? Lo es en cuanto en ella se expresa lo que Él quiere manifestarnos. Lo es en y a través de las palabras humanas en que toma cuerpo, las cuales llevan la marca de su tiempo y lugar. Lo cual explica que la revelación sea un proceso humanísimo, que avanza a base de recuerdos y nuevas experiencias, con tanteos y contradicciones, vacilaciones y retrocesos.
Fuera de contexto, las afirmaciones bíblicas pueden aun escandalizar. Pero en él, suponen casi siempre un avance y merecen todo respeto. Una Biblia sin las heridas del tiempo sería la mejor prueba de que es un libro "amañado". Y resultaría igualmente desenfocado pretender que todo lo que en la Biblia se dice es, sin más y a la letra, válido para hoy en día.
Es posible que, llegados a este punto, el lector se sienta perplejo. Puede que vea la coherencia de lo dicho, que confirma muchas de sus ideas. Pero puede también que se le rompan demasiado los esquemas y se pregunte: ¿entonces la Biblia no es libro inspirado? ¿Cuál es el papel de los profetas y de los hagiógrafos?
He señalado la dificultad intrínseca de la revelación por la distancia infinita entre Dios y el hombre. Contábamos con el hecho de la revelación constituida en la Biblia. Pero la dificultad más radical está precisamente en esta constitución, es decir, en el nacimiento de los grandes descubrimientos originales.
En el origen de cualquier intuición religiosa se encuentra un fundador, un santo, un profeta, que descubren la presencia divina allí donde los demás no ven nada. Moisés, David, Isaías, Ezequiel para el A.T. Lucas, Pablo, Juan, por no decir Jesús, para el N.T. Ese rol excepcional de algunos es lo que más tarde los demás reconocieron como el don divino de la "inspiración". Y lo era, porque todo lo que descubrieron fue gracias a Dios. El profeta es el primero en saber que no es en él sino en Dios donde se origina aquello que descubre y su capacidad para descubrirlo.
Pues bien, en eso consiste la inspiración de la Biblia. Lo que ocurre es que nuestros hábitos mentales tienden al exclusivismo y a lo extraordinario: a una especie de milagro mediante el cual Dios "dictaría" verdades ocultas a los hagiógrafos. Pero ¿qué decir de los relatos de sueños, raptos o experiencias extáticas? Si analizamos relatos, queda claro que, aun en las ocasiones más excepcionales, se trata de una actividad espiritual humana, a veces espontánea, a veces tras un esfuerzo reflexivo o a costa de tremendas crisis. Y es en esa actividad donde Dios logra hacer sentir su presencia.

La Biblia como "partera"
Esta visión puede parecer pobre. Pero acaba mostrándose muy rica, como algo real, que nos afecta. Eso hace posible que la Biblia, lejos de ser algo aparte, pueda vivificar nuestra experiencia y mantener actual la vivencia de la revelación.
El profeta no capta algo para sí, sino algo destinado a la comunidad: descubre al Dios cuya presencia está afectando a todos. Es un mediador, que logra poner voz al mensaje dirigido a todos.
Moisés reconoció la llamada de Dios contra la injusticia, pero ésta les afectaba a todos. La inspiración de Moisés consistió en advertirlo.
En una fe responsable uno descubre lo que está afectando al conjunto. Si los israelitas siguen a Moisés o creen a Ezequiel, es porque se reconocen en lo que oyen. Sus paisanos le dicen a la Samaritana: "Ya no creemos por lo que tú cuentas; nosotros mismos lo hemos oído" (Jn 4,42). Algo que ocurre en todos los órdenes profundos de la existencia: si una obra literaria nos conmueve de verdad, es porque el genio del autor descubre una dimensión en la que nos reconocemos. Sócrates comparó su propio rol con el oficio de su madre, que era partera. La palabra auténtica ayuda a "dar a luz" lo que ya estaba dentro y que por eso puede ser reconocido como propio.
Está demasiado extendida la idea de que hay que aceptar la revelación porque "lo dice la Iglesia" y porque a ella se lo dijeron algunos que "dijeron que Dios se lo había dicho". Es cierto que, si no nos lo dijera la Iglesia, muchos no llegaríamos a la fe, y que sin los grandes profetas y, sobre todo, sin Jesús tampoco lo sabría la Iglesia. Pero, una vez que se nos dice, no somos como niños que tienen que obedecer a la mamá. La palabra reveladora solicita nuestra inteligencia y libertad. Aceptamos la Biblia como partera de nuestra autenticidad en su relación con el mundo, los demás y Dios. Es lo que yo llamo la revelación como mayéutica histórica.
La vida religiosa auténtica no consiste en "vivir de memoria" de una revelación pasada, sino un vivir actual desde un Dios que se revela ahora. La revelación como descubrimiento culminó en Cristo, pero eso no significa que la revelación haya acabado. Nunca como a partir de entonces pudo ser tan actual. Un amor no acaba cuando culmina en la entrega total, sino que entonces es cuando empieza a ser vivido en plenitud.
La actualidad de la revelación no es una metáfora, sino lo que da realidad a nuestra vida religiosa. Si yo creo que Dios es Padre tal vez puedo hacerlo gracias a que Cristo lo descubrió; pero esto constituiría una mera aceptación sociológica, si sólo creyese porque él lo ha dicho. Sólo hay fe viva cuando verifico en mi vida que efectivamente Dios me ama como Padre. Lo que explica la necesaria "vuelta a la Biblia" es que, dada la irreductible ambigüedad de nuestra vida, se nos oscurecen esas verdades y debemos esforzarnos por recordar que alguien nos lo ha dicho. Sin la Biblia es muy probable que el cristianismo se hubiera extraviado en el marasmo de la crisis histórica. Nuestra misma experiencia individual nos enseña que la Palabra representa un medio indispensable para avivar el rescoldo de esta presencia divina que tantas cosas tienden a ocultar y deformar.
Lo decisivo es que no se trata de un recuerdo externo y lejano, sino de una relación viva, en la que, aquí y ahora, yo reconozco a Dios presente, acogiéndome, guiándome, "hablándome".


"Selecciones de Teología" 134 (1995) 102-108
Extractó: Teodoro de Balle
Publicación original en:
" ¿Qué significa afirmar que Dios habla? Hacia un concepto actual de revelación." 
Sal Terrae
 82 (1994) 331-347 

jueves, 28 de noviembre de 2013

HOMO SAPIENS DEMENS

Homo sapiens demens

El pensador francés Edgar Morin considera, en su obra El paradigma perdido, que el homo sapiens no se distingue únicamente del resto de animales por su inteligencia, sino también por el vigor destructivo de su violencia; por eso, además de sapiens, es asimismo demens, pues tanto razón como locura, sabiduría y demencia, son inseparables ontológicamente desde el momento en que el pensar humano se articula a partir de la dialéctica dualista orden/desorden. El hombre es fruto de una esencia compleja y ambivalente, fruto del pánico que provoca la certeza aplastante de la muerte, y en ella el delirio caótico y la locura destructiva no pueden ser circunscritos únicamente a un período evolutivo previo al civilizado, teóricamente superado. El demens del hombre es el reverso del sapiens, pues ambos se encuentran conectados directamente, y la dialéctica de opuestos no es capaz de resolverse en favor de ninguno de los dos extremos. No hay punto final a la incertidumbre potencial que caracteriza a lo humano.
La conciencia de la muerte es el momento fundamental, pues supone una ruptura decisiva, un desgarramiento traumático con la inmediatez tranquila de la existencia que caracteriza al resto de especies animales. A partir de la certeza de que toda vida es perecedera, la finitud se impone como atributo fundamental de lo existente, con el añadido de que lo humano siempre se ha negado a aceptar esta finitud, y en gran parte todo proyecto cultural siempre ha ido encaminado a erradicar esa certeza bajo el peso de construcciones suprasensibles con vocación de continuidad. Surge así, por ejemplo, la idea de inmortalidad, articulada por el mito y la magia. Pero todo son vanos intentos de suturar la 'escisión originaria' (Hölderlin), la que desfonda toda pretensión de construir identidades fuertes. Desposeído de verdad, el mundo del devenir se idealiza y trascendentaliza, pero el proyecto mismo de sustentación de esa realidad artificial sólo puede mantenerse sobre la clausura, la exclusión y la expiación. A falta de verdad, se impone la necesidad de identidades fuertes, omnicomprensivas y que escapan artificialmente a toda incertidumbre. El demens surge con especial virulencia en esta estrategia de búsqueda de una verdad trascendental; ninguna identidad con vocación de absoluto puede sustentarse si no es apelando al fondo de violencia excluyente e idolátrica que anida en lo humano. De esta forma, todo intento de afirmación de algo implica también directamente su doble, la negación de lo que queda fuera de la selección, necesario para que la afirmación puede llevarse a cabo.
Fruto de la conciencia de lo escindido, el hombre es un ser devorado por la ansiedad, la crisis y la neurosis. Su existencia se convierte en un proceso agónico para articular una identidad que proteja al sujeto de la devastadora realidad presidida por la certeza de la finitud. Su negación trascendental de la muerte lo conduce a la creación de un mundo imaginario poblado de dobles, fantasmas, dioses, ángeles, demonios, culpables, etc. El hombre no asume la realidad de la muerte, pero al mismo tiempo la conciencia intrínseca de la inminencia permite la existencia como hombre, como homo sapiens (demens). Como dice Morin, vemos con unos ojos carentes de mirada limpia, mediatizados por todos los 'puentes' que han intentado e intentan colmar la brecha, llenar la ruptura: paradigmas, creencias, mitos, magia, ideologías, teorías, thematas, etc.